Julieta.

Te entregué todos mis otoños para que hicieses con ellos lo que quisieras, te dediqué mil cartas de amor que tu guardabas bajo  tu colchón.

Te estudié, estudié tu cuerpo para saber tocarlo, moverlo al ritmo del viento, llevarlo conmigo. Incluso te pensé, te imaginé, quise diseñarte y dibujarte.

Busqué debajo y encima de las piedras todo lo que me pedías, vi peliculas que nunca me gustaron, oí canciones que odiaba.

Me quedaba embobado mirando tu silueta Julieta, y todo para nada...

Te entregué mis últimos años, mis verdaderos momentos, mis risas, mis llantos. Desencadenaste mis problemas, aunque a veces, también los liaste.

Descompusiste mi vida, la sofisticaste, le diste gracia, chispa, énfasis. Me involucraste, me hiciste ser cómplice de tus heridas, me hice creer que yo era el culpable.

Primero te ansié, después tenía ganas de verte, de besarte, poco a poco fui dandome cuenta de que empecé a saber amarte.

Leí entre tu cuerpo los párrafos más bonitos y entre tu ombligo siempre hubo un misterio que no quisiste enseñarme. Olía, olía tu piel y hacía con ella maravillas, vestía tu cuerpo

de un dulce sabor, como si se tratase de endulzar un pastel jugoso.

Al tiempo, al tiempo supe que tus ojos empezaban a apagarse y quise encenderlos, para ello, te llevé a un parque de atracciones, te compré chocolate, me tiré toda una noche escuchando

tu voz, yo sin hablar. Entrelazé tus manos con las mías, jugué con tus pestañas, con la comisura de tus labios. Te llevaba a la locura, te hacía volar...  Quería distraerte para no verte llorar. 

 Paseabamos sin agarrarnos de la mano, muchas veces hacíamos en un paso de peatones como si no nos conocierámos. Te compraba pasteles que ni te comías, helados que a su paso , se derretían.

Te raptaba, te llevaba a mi casa y te tiraba en la cama que tanto te gustaba... Era como un tonto prendando a tus pies, yo... me quedaba embobado mirando tu silueta Julieta, y era algo que odiaba,

verte tan hermosa y .. todo para nada.