sábado, 24 de diciembre de 2011

Lucía.

Ella era tan frágil y tan dulce. Tan tímida y tan fugaz.
Era una estrella atrapada en una nube, solo hacía falta que brillase por ella misma, le faltaba un empujoncito, y me buscó a mi, ahí estaba yo. Parece que nací para ella y seguidamente, ella para mi.
Aún me acuerdo del aroma que desprendía su pelo si era acariciado por el viento. Olía fresco, a rosas.
Su pálida piel fría y su rostro de niña, hacía que por los sitios que pasase , todas las personas se  giraran a observarla. No era una chica que llamase la atención por su exhuberante vestimenta, o por su maquillaje, no.
Era por su sencillez y belleza tan natural, por esos pómulos rojizos y esos pequeños y jugetones ojos celestes, tan claros casi como el cielo. Ese pelo ondulado castaño y esos labios rosados.
Era alguien especial, supongo que no solamente para mi, también todos los que la iban conociendo lo decían.
Era tan original, tan carismática ... Pasar noches a su lado era poder ser un niño o un anciano.
Podías hablar con ella de cualquier cosa, se amoldaba, se adaptaba a todo.
Lucía no era perfecta, pero para mi sí que lo era. Era la persona que al estar conmigo sacaba siempre lo mejor de mi.

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