domingo, 1 de enero de 2012

Mis últimos días. (Parte 1)

Buscaba mis últimos pensamientos  por la sombría calle aquella noche. La humedad comenzaba a colarse por mis huesos y molestaba, pero seguí andando.
Solo me apetecía, por decirlo así, buscarme, encontrarme. Ya sabía lo poquito que me quedaba, y también, lo poco que había disfrutado mi vida, por eso decidí salir sola, por si la muerte se adelantaba, que me pillase haciendo lo que más me gusta, andar en la oscuridad.
Eran ya las doce y treinta de la noche y llevaba más de dos horas caminando, tampoco sabía a qué lugar iba, no me importaba, solo andaba y deseaba cada minuto más que mi corazón se apagase.
Tuve que irme de casa porque no aguantaba más que todos mis familiares viniesen a verme, que mi chico me apoyase tanto y que las vecinas cotillearan en el patio, realmente, no me apetecía nada de eso.
Ya que eran mis últimos meses, quería pasar esa noche sola, aunque, creo que me vino bien. Continué andando y comenzó a llover de repente, no pensé en nada, seguí mi ritmo y con él, mis dudas.
"Soy joven" pensé, pero ... ya nada de eso importa. Lo único que retumbaba en mi cabeza era lo poco que había aprovechado mi vida, mi talento, y lo poco que amé lo que de verdad siempre he amado y la mucha importancia que le di siempre a lo que menos importaba.
Sinceramente, aunque pensase en todas esas cosas, para qué ser hipócritas, dentro de mi solo había miedo, miedo a que llegase ese último segundo de mi vida en el que pasase de ser persona, a ser recuerdo. De que un corazón latiese a ser un mueble, quieto, sin sentimientos, sin vida.
Me aterraba la idea de no poder disfrutar más de las cosas, de no ver todo lo que siempre he querido ver y de no hacer lo que siempre he querido hacer. La lluvia caía sobre mi cuerpo, gota a gota por mi cara, por mi pelo. Fue una noche muy extraña, me sentí libre, quizá era porque sabía que al sitio donde era destinada, no había derechos, ni deberes. Ya no era nada, solo polvo.
La noche era una noche fria fria, mis huesos pedían auxilio, y si me quedaba callada, podía oir como de mis adentros una voz  pedía ayuda. Me dispuse a entrar a un pub, que por cierto, era de muy mala muerte, se hallaba en una esquina de un barrio marginal y solo había prostitutas, borrachos y gente a la que no es muy agradable ver. Como ya me daba igual todo, entré, bueno, miento, antes de entrar me miré en la ventana empapada de un coche viejo, coloqué mi abrigo, me quité el pelo de la cara e incluso me mojé los labios, y cuando entré dije " qué haces Bea, si para lo que te queda.. ", miré hacia abajo, como con verguenza, yo siempre he pasado desapercibida.
Me quité el abrigo y al mirar hacia adelante, le ví.

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